Al cabo de cinco días de fuga, tras interminables horas de hambra, dolor y aturdimiento, finalmente la pequeña se quebrantaba. Las lágrimas corrían por sus mejillas, formndo gotitas heladas en su bufanda. Era la primera vez que lloraba, el primer momento de dessesperación desde que se resignara a volver a Américca sin su conejito. Mi valiente hijita había soportado todo aquello sin una queja, hasta ahora, hasta que la amenazaban con separarla de mí.
Betty Mahmoody
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